El relevo se produjo en los cincuenta. El mundo cambiaba y el cine lo hizo también. Los dioses estaban cansados y pasaron el testigo a las nuevas generaciones. Otros rostros y otras formas de actuar iban a llenar la siguiente época, que se caracterizó por el fugaz brillo de sus algunas de sus más prometedoras estrellas. Iban demasiado deprisa y algunas se quemaron en su propio fulgor sin darse tiempo para madurar. Unas desaparecieron bruscamente, y otras se metaforsearon para seguir diferentes trayectorias.
Clift se quedó en el
camino y todavía no nos hemos recobrado de su pérdida. Los moralistas de
siempre afirman que se lo tenía merecido, pero los románticos preferimos
repetir aquello de que “sólo los grandes mueren jóvenes”. Y Clift era grande;
no un gigante ni un salvaje; no estaba marcado por el odio, y su rebeldía tenía
una causa: su seria dedicación a la carrera que el destino le había adjudicado.
Como suele suceder, la
perfección en una faceta de la vida acarrea un desequilibrio en el resto. Lleno
de complejos, buscó los remedios más variados para hallar el apoyo que le
faltaba y sentirse seguro de sí mismo. La eterna duda, la desconfianza hacia
todo y hacia todos, una ingenua creencia en que siendo íntegro no tendría nada
que temer, fueron sus rasgos distintivos, por no nombrar su romántico
continente, al que ni siquiera los excesos y la fatalidad pudieron robar el
atractivo.
Un ángel perdido en el río salvaje de Hollywood, se vio sitiado por torturas que no podía confesar a nadie. Pero nunca desertó de su puesto, de sus ideales. Un corazón solitario maltratado por la vida, que se empeñaba en cerrarle el camino, en negarle el paso a la eternidad.
Monty se enfangó en los
pantanos, quiso probar el fruto del árbol prohibido, y salió a la vez vencedor
y vencido. Vencedor, porque no se doblegó a las exigencias comerciales en su
breve e intensa carrera cinematográfica. Vencido, porque fue siempre uno de
esos inadaptados, la pieza que no encaja nunca en el rompecabezas; la felicidad
le cerró las puertas de manera injusta, y él, desesperado, no quiso seguir
golpeándolas.
Filmografía de Montgomery Clift
(1920-1966)
1948: "Red River" (Río Rojo) Howard Hawks
1948: "The Search" (Los ángeles perdidos) Fred Zinnemann
1949: "The Heiress" (La heredera) William Wyler
1950: "The Big Lift" (¡Sitiados!) George Seaton
1951: "A Place in the Sun" (Un lugar en el sol) George Stevens
1952: "I Confess" (Yo confieso) Alfred Hitchcock
1952: "From Here to Eternity" (De aquí a la eternidad) Fred
Zinnemann
1952: "Stazione Termini" (Estación Termini) Vittorio de Sica
1957: "Raintree County" (El árbol de la vida) Edward Dmytryk
1958: "The Young Lions" (El baile de los malditos) Edward
Dmytryk
1959: "Lonelyhearts" (Corazones solitarios) Vincent J. Donohue
1959: "Suddenly, Last Summer" (De repente el último verano)
Joseph L. Mankiewicz
1960: "Wild River" (Río salvaje) Elia Kazan
1961: "The Misfits" (Vidas rebeldes) John Huston
1961: "Judgment at Nuremberg" (Vencedores o vencidos) Stanley
Kramer
1962: "Freud" (Freud/Pasión secreta) John Huston
1966: "L'espion" (El desertor) Raoul Lévy
http://www.imdb.com/name/nm0001050/
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