Una fugaz visión de su
rostro iluminado por unas oportunas llamas a ella dedicadas puso el mundo en
sus manos, que apretaron más tarde entre sus dedos la muy querida tierra roja
de Tara.
Su prodigiosa
interpretación del papel femenino más deseado de todos los tiempos le da
derecho a ocupar un lugar especial en cualquier antología. Pero rindámosle
tributo también por su brillante carrera en el teatro, y por la escasa veintena
de apariciones en la pantalla plateada que nos dejó antes de perder otra vez la
guerra, una batalla más íntima y cruel porque ahora sí que era la suya propia.
La frágil muchacha
inglesa no era bella, pero sí una excelente actriz, sensible, con personalidad
suficiente para enmascararla tras cualquier personaje y hacer brotar de ella lo
que convenía a cada papel. Pertenecía a la tradición británica del teatro y,
dicho esto, poco más hay que añadir: su perfecta combinación de agresividad y
dulzura, su versatilidad, su imparable caminar en cuanto decidía qué era lo que
deseaba, aquel aire de inocente colegiala del que tan bien supo sacar
partido...
Tuvo la audacia de
repetir la hazaña una vez más, y le dio la vuelta a su propio mito en un alarde
de genialidad, doce años después, consiguiendo que el trole del tranvía
volviera a echar chispas, anticipándose a su propio destino.
Su última travesía fue
por mar, después de que le fuera negado transitar por la senda de los
elefantes, pero no antes de que el cuaderno de bitácora viera repletas sus
páginas con una legendaria historia de amor, agridulce, como muchas de las que
ella había interpretado.
La luz de las velas se extinguió con suavidad,
a ritmo de vals. La enfermedad se cebó en Vivien y nos privó quizás de una
otoñal Escarlata jurando que nunca dejaría pasar el amor de largo. Sólo ella
podría hacerlo otra vez. Atreverse a usurpar sus gestos de niña traviesa, de
patética decadente, de egoísta luchadora... es un acto de lesa majestad, una traición
a la Causa, porque pertenecen a una época que debemos buscar en las pantallas
más añejas, porque se fue con el viento.
Filmografía de Vivien Leigh (1913-1967)
1935: "Things Are Looking up" Albert de Courville
1935: "The Village Squire" Reginald Denham
1935: "Gentlemen's Agreement" George Pearson
1935: "Look Up and Laugh" Basil Dean
1937: "Fire Over England" William K. Howard
1937: "Twenty One Days Together" (Veintiún días juntos) Basil
Dean
1937: "Dark Journey/The Anxious Years" (La mujer enigma) Victor
Saville
1937: "Storm in a Teacup" Victor Saville e Ian Dalrymple
1938: "A Yank at Oxford" (Un yanqui en Oxford) Jack Conway
1938: "St. Martin's Lane/Sidewalks of London" (Callejón sin
salida) Tim Whelan
1939: "Gone With The Wind" (Lo que el viento se llevó) Victor
Fleming
1940: "Waterloo Bridge" (El puente de Waterloo) Mervyn Le Roy
1941: "That Hamilton Woman/Lady Hamilton" (Lady Hamilton)
Alexander Korda
1945: "Caesar and Cleopatra" (César y Cleopatra) Gabriel Pascal
1948: "Anna Karenina" (Ana Karenina) Julien Duvivier
1951: "A Streetcar Named Desire" (Un tranvía llamado Deseo)
Elia Kazan
1955: "The Deep Blue Sea" Anatole Litvak
1961: "The Roman Spring of Mrs. Stone" (La primavera romana de
la Señora Stone) José Quintero
1965: "Ship of Fools" (El barco de los locos) Stanley Kramer
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